Por Javier Núñez
La literatura está íntimamente relacionada con la vida. Esta relación equilibra nuestra existencia terrenal. De ninguna manera la literatura es copia fiel de la realidad. De ser así no tendría sentido su existencia. Es cierto que puede tener sus orígenes en la vida real, pero la mayor parte que se narra en ella es trabajo artístico. Entonces, la literatura es un mundo nuevo, una vida creada por un artista. Esta vida creada (ficción) “compite” con la vida real que vivimos. De manera que los humanos llevamos dos vidas paralelas: ficción y realidad. Estas dos dimensiones equilibran nuestras vidas. Pero a todos nos gustaría vivir más la vida ficticia que la vida real.
Necesitamos de la ficción para sobrevivir en este mundo hostil. Cuando hablamos de la ficción no sólo nos referimos a la literatura, sino también a otras formas ficticias: cine, teatro, juegos electrónicos, etc. Sucede que nadie está contento con la vida que lleva, siempre hay algo que no nos gusta de nuestras vidas, por mínimo que sea. Entonces, necesitamos conocer otras vidas. Y nos preguntamos: ¿Cómo será la vida de otros? Esta curiosidad de conocer una vida ajena es una necesidad natural. Es que estamos cansados de nuestra vida rutinaria y queremos saber (incluso experimentar) la vida de otros. Seguramente todo el mundo se queja de la vida que lleva (no sé si habrá alguna excepción). Es decir, nadie es feliz en este mundo. Curiosamente, el dinero no basta para lograr la felicidad. En este trajinar entre carencias, infelicidades, hostilidades necesitamos dejar de lado nuestra vida mísera y vivir otra vida mejor. Eso, desde luego, es difícil de lograrlo, quizá imposible. La única salida realizable es entrar en el mundo de la ficción (literatura u otras formas ficticias). Si leemos un cuento o una novela pasamos a vivir una vida nueva, muy distinta a la nuestra. Experimentamos otras sensaciones, sentimientos, etc. Amamos, odiamos, nos reímos, renegamos, reflexionamos… Es cierto que cuando cerramos el libro se rompe el hechizo y otra vez regresamos a nuestra vida real con todos sus problemas. Pero al menos hubo un momento de felicidad, una oportunidad de vivir una vida ajena.
Por poner un ejemplo, podemos tener la curiosidad de cometer un crimen, pero no podemos hacerlo por varias razones. Si llevamos a cabo nuestro plan macabro terminaremos pudriéndonos en la cárcel. Pero la curiosidad sigue latente: queremos saber qué se siente matar a alguien, qué sensaciones se experimenta cuando le estamos acuchillando, o ahorcando, o metiendo las balas… Una forma de satisfacer esta necesidad sin hacer daño a nadie es leyendo una novela que narre sobre un crimen. Cuando empecemos leyendo la novela nos olvidaremos de nuestro nombre y pasaremos a ser el asesino, y sabremos qué se siente matar a alguien… Es que el cerebro humano no diferencia la realidad de la ficción (imaginación). A modo de ilustración, observemos un objeto, luego cerremos los ojos e imaginemos el mismo objeto. El cerebro procesará del mismo modo la percepción real del objeto y la imaginación de dicho objeto.
Este mecanismo de vivir otras vidas “aminora”, en alguna medida, nuestros problemas cotidianos. Si no habría ficción, nuestra vida sería insoportable. En cualquier momento terminaríamos suicidándonos. A decir verdad, en nuestras vidas juegan un papel muy importante la fantasía, la ilusión, los sueños, las mentiras… Todo ello nos lo da la literatura. Claro que hay otras formas de ficción menores, como el caso de los videos juegos…, que también sirven para sobrevivir en este mundo. Cuando estamos jugando, por ejemplo, nos emocionamos, renegamos…, es decir, vivimos la vida intensamente. Sin estas formas de ficción, la vida sería aburrida y no tendría sentido seguir viviendo.
El acto (ficticio) de vivir otras vidas también nos permite conocer mejor a nuestros prójimos, comprender sus problemas, sus obsesiones, etc. De manera que nuestra convivencia con nuestros semejantes será armoniosa, habrá más comprensión entre todos. Claro está, la literatura juega un papel importante en el proceso de la civilización, o si se quiere, humanización. Por otro lado, la literatura nos permite también conocer el mundo con amplio criterio. Nos libera de fanatismos ideológicos y religiosos…
En síntesis, la literatura sirve (entre otras cosas) para sobrevivir en este mundo caótico.
Artículo publicado en el diario Correo (Puno), 15/12/11
Artículo publicado en el diario Correo (Puno), 15/12/11
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