En noches como ésta solías venir, solías subir en silencio y tocar la puerta. Hoy no vendrás, nunca más vendrás, porque ya no estás conmigo. Nadie sabe dónde estás… Quizá ya no existas, quizá nunca hayas existido… O a lo mejor estás de viaje y llegarás mañana. Pero no… ¿Para qué engañarse? Sé perfectamente que nunca has de volver… Maldita sea… Todo por mi culpa… Aún no lo puedo creer… Debo de estar soñando, entonces mañana me despertaré y otra vez amaré tus cabellos suaves, tu mirada azul de niña alegre, tus palabras que suenan a canto, tu fragancia de primavera…, en fin, todo tuyo y todo aquello que guarda un recuerdo tuyo…; y seguramente no me alcanzará la vida para seguir amándote… Pero dónde estás… No puede ser cierto que te hayas marchado para no volver… No es posible que nunca más vuelva a verte… ¿Qué hice? Maldita sea.
Me inclino hacia la ventana, abro la cortina, contemplo el cielo despejado y avizoro la luna que viaja acompañada con tu alma, sin embargo tú no estás en ninguna parte. Trato de encontrar tu mirada en el horizonte, pero no lo consigo. Un suspiro rompe mi respiración y me dan ganas de llorar… Alzo mi guitarra, cuyas cuerdas guardan con recelo tu voz de niña… Empiezo con una canción que solíamos cantar… Dejo de tocar, porque el dolor me aprisiona más… Me acerco otra vez a la ventana y me acomodo en la única silla de mi habitación… En silencio murmuro tu nombre y mis ojos dibujan tu imagen en la pared… Ariadna, Ariadna…, mi delicia…
Si estarías conmigo, mañana mismo viajaríamos a la India, Egipto, Babilonia, Jerusalén, París… Siempre he soñado viajar contigo por los caminos conocidos y desconocidos… Pero ya no estás; te fuiste para nunca más asomar tu cabeza por mi puerta… ¿Qué hice, Dios mío? Nunca me perdonaré…
Apoyado en la ventana escucho tus pasos que se acercan. Vienes con los primeros vientos de medianoche, tan delicada, tan frágil, tan ligera… Los perros empiezan a aullar, el viento canta melodías apocalípticas, el vidrio susurra… En eso tocas la puerta… Te ves linda como siempre y como nadie… Caminas y te sientas en el sofá. Acudo a la despensa por la botella de champaña y las copas que extrañaban nuestros alientos. Me siento frente a ti… Me estás mirando callada, serena. Tu rostro está pálido. No hablas, estás como una estatua. Me das un poco de miedo. Qué importa eso. Siempre he amado tus silencios… Abro la botella y sirvo las copas… Brindo a tu salud y sorbemos mirándonos a los ojos… Enciendo mi radio y pongo un CD que me recuerda a ti. Me gusta vivir de los recuerdos, me gusta todo aquel que guarda un recuerdo tuyo… Suena una canción de antaño y la escuchamos en silencio, jugando con las miradas. Nos tomamos otro sorbo, siempre mirándonos y como temiendo que uno de nosotros desapareciera. Mis ojos no quieren que huyas.
Sigues ahí, sentada y sin moverte, callada y misteriosa. Te contemplo apoyado en la silla. Te ves hermosa, delicada, frágil; pareces una princesa abandonada por su escolta de náyades. Tus cabellos están recogidos en un moño atravesado por una barrita mágica. Desde aquí amo en silencio tu pelo, tu piel, tu sombra dibujada en la pared… De pronto te levantas y te acercas a la ventana. Antes que te sujetara del brazo te lanzas al vacío. Doy alaridos como un loco, como ningún ser humano haya gritado jamás. Los perros dejan de aullar y todo queda en silencio… Tu sombra permanece dibujada en la pared. Parece que solloza, creo que se queja. Me engaño: es la mía, mi sombra asesina…; no la tuya… Es mentira que hayas venido y que nos hayamos tomado champaña… En ningún momento has subido a mi habitación… Sé perfectamente que ya no estás en esta ciudad… Y todo por mi culpa… Me duele recordar tu último beso, tu último suspiro, tu último aliento… No puedo vivir sabiendo que nunca más volveré a verte… Pero yo estaba tan loco como tú, que creía que amar y morir era la misma cosa… Y tú estabas más loca aún, que creías que morir amando era amar por toda la eternidad… Y aquella noche me dijiste en un delirio placentero, mátame si me amas de verdad…; hazlo si nunca me vas a dejar de amar…; demuéstrame tu amor infinito… Y yo…, yo te amaba de verdad…, y te lo demostré en el acto… No quiero recordarlo… Pero, qué hice… Malditas mis manos… Me las voy a cortar, no las necesitosi tú te fuiste para no volver… Para qué tenerlas cuando sé que aquella noche te robaron el aire de tus pulmones… Ya no tiene sentido vivir… Las lágrimas me destrozan el alma… Mi única salvación es seguirte por tu itinerario invisible…
*Este cuento forma parte de "La asesina", que pronto estará en las librerias...
Me inclino hacia la ventana, abro la cortina, contemplo el cielo despejado y avizoro la luna que viaja acompañada con tu alma, sin embargo tú no estás en ninguna parte. Trato de encontrar tu mirada en el horizonte, pero no lo consigo. Un suspiro rompe mi respiración y me dan ganas de llorar… Alzo mi guitarra, cuyas cuerdas guardan con recelo tu voz de niña… Empiezo con una canción que solíamos cantar… Dejo de tocar, porque el dolor me aprisiona más… Me acerco otra vez a la ventana y me acomodo en la única silla de mi habitación… En silencio murmuro tu nombre y mis ojos dibujan tu imagen en la pared… Ariadna, Ariadna…, mi delicia…
Si estarías conmigo, mañana mismo viajaríamos a la India, Egipto, Babilonia, Jerusalén, París… Siempre he soñado viajar contigo por los caminos conocidos y desconocidos… Pero ya no estás; te fuiste para nunca más asomar tu cabeza por mi puerta… ¿Qué hice, Dios mío? Nunca me perdonaré…
Apoyado en la ventana escucho tus pasos que se acercan. Vienes con los primeros vientos de medianoche, tan delicada, tan frágil, tan ligera… Los perros empiezan a aullar, el viento canta melodías apocalípticas, el vidrio susurra… En eso tocas la puerta… Te ves linda como siempre y como nadie… Caminas y te sientas en el sofá. Acudo a la despensa por la botella de champaña y las copas que extrañaban nuestros alientos. Me siento frente a ti… Me estás mirando callada, serena. Tu rostro está pálido. No hablas, estás como una estatua. Me das un poco de miedo. Qué importa eso. Siempre he amado tus silencios… Abro la botella y sirvo las copas… Brindo a tu salud y sorbemos mirándonos a los ojos… Enciendo mi radio y pongo un CD que me recuerda a ti. Me gusta vivir de los recuerdos, me gusta todo aquel que guarda un recuerdo tuyo… Suena una canción de antaño y la escuchamos en silencio, jugando con las miradas. Nos tomamos otro sorbo, siempre mirándonos y como temiendo que uno de nosotros desapareciera. Mis ojos no quieren que huyas.
Sigues ahí, sentada y sin moverte, callada y misteriosa. Te contemplo apoyado en la silla. Te ves hermosa, delicada, frágil; pareces una princesa abandonada por su escolta de náyades. Tus cabellos están recogidos en un moño atravesado por una barrita mágica. Desde aquí amo en silencio tu pelo, tu piel, tu sombra dibujada en la pared… De pronto te levantas y te acercas a la ventana. Antes que te sujetara del brazo te lanzas al vacío. Doy alaridos como un loco, como ningún ser humano haya gritado jamás. Los perros dejan de aullar y todo queda en silencio… Tu sombra permanece dibujada en la pared. Parece que solloza, creo que se queja. Me engaño: es la mía, mi sombra asesina…; no la tuya… Es mentira que hayas venido y que nos hayamos tomado champaña… En ningún momento has subido a mi habitación… Sé perfectamente que ya no estás en esta ciudad… Y todo por mi culpa… Me duele recordar tu último beso, tu último suspiro, tu último aliento… No puedo vivir sabiendo que nunca más volveré a verte… Pero yo estaba tan loco como tú, que creía que amar y morir era la misma cosa… Y tú estabas más loca aún, que creías que morir amando era amar por toda la eternidad… Y aquella noche me dijiste en un delirio placentero, mátame si me amas de verdad…; hazlo si nunca me vas a dejar de amar…; demuéstrame tu amor infinito… Y yo…, yo te amaba de verdad…, y te lo demostré en el acto… No quiero recordarlo… Pero, qué hice… Malditas mis manos… Me las voy a cortar, no las necesitosi tú te fuiste para no volver… Para qué tenerlas cuando sé que aquella noche te robaron el aire de tus pulmones… Ya no tiene sentido vivir… Las lágrimas me destrozan el alma… Mi única salvación es seguirte por tu itinerario invisible…
*Este cuento forma parte de "La asesina", que pronto estará en las librerias...
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