Capítulo I
1
Una tarde de otoño, Ernest Luvy apareció en la ciudad de Las Vegas como un ángel caído del cielo. Las personas que lo conocieron nunca supieron su procedencia ni sus intenciones. Algún tiempo después, el director del CIBS, el distinguido doctor Strain, minutos antes de morir agujereado por las balas, diría que mister Luvy jamás debió haber nacido.
Alquiló un departamento sin saber por cuánto tiempo, y esa misma noche trazó el plan que meses después había de frustrar el sueño de una logia peligrosa. A la noche siguiente visitó a los principales casinos y bebió vodka acompañado de mujeres preciosas.
Era, en realidad, difícil imaginar a qué se dedicaba. Algunos, incluso, creyeron que era un turista desorientado.
Por las noches escribía en su ordenador portátil y enviaba mensajes a ciertas personas, a veces navegaba en la red, otras veces pasaba el tiempo leyendo libros de misterio y civilizaciones antediluvianas.
Una noche, habló en la televisión sobre los códigos secretos de las civilizaciones desaparecidas. No le prestaron mucha atención. Después de disertar se dirigió a su departamento alquilado. Al entrar se sentó en el sofá y revisó una revista que versaba sobre la vida en otros planetas. De pronto sonó el teléfono que lo distrajo de la lectura. Se levantó raudamente para contestar. Al escuchar la voz del hombre que lo llamaba se asustó un poco. De hecho sabía que alguien lo llamaría, pero esa noche pensó sin querer en el FBI.
2
El maestre entró en el templo con el símbolo sagrado en la mano. Caminó hacia el oriente (sitio más importante, donde estaba el trono de Salomón) para tomar asiento. En la parte alta del trono se encontraba un triángulo (símbolo de la perfección divina) con los caracteres hebraicos que decía Jehovah. El trono donde iba a sentarse lucía con un faldón escrito: Libertad, igualdad y fraternidad. Desde allí inició con el ritual acostumbrado. Luego invocó a sus tres discípulos que la lucha con su peor enemigo, la religión cristiana, no había terminado aún…
El techo del templo, pintado de azul índigo, era una clara imitación a la bóveda celeste, con sus signos zodiacales distribuidos. Las paredes estaban pintadas de color rojo-sangre.
El templo donde se encontraban era un sótano reconstruido, que incluía varias recámaras incorporadas de circuitos de seguridad más sofisticados. Allí realizaban ritos divinos, experimentos científicos, estudios secretos... Nadie sabía aparte de los cuatro la existencia del templo, adonde asistían con un vestido negro, camisa blanca, corbata negra y guantes blancos.
Daban culto al Gran Arquitecto del Universo, y tenían formuladas sus doctrinas religiosas, oraciones propias, un código moral, vestimentas rituales…
El maestre había llegado desde tierras extrañas. Poco a poco había conseguido puestos importantes dentro de una institución norteamericana dedicada a la investigación científica… Nadie sabía que el maestre y sus fieles discípulos pertenecían a una de las logias más importantes de todos los tiempos: Los hijos de Abraham.
3
Patrick Craelius no sospechó en ese momento que el mensaje más reciente de su e-mail marcaría definitivamente el inicio de una nueva etapa en su vida, ni se imaginó que sería utilizado por una secta masónica, ni pensó que se enfrentaría a uno de los grupos antiyanquis más peligrosos de los últimos años.
El remitente se identificaba como Agente Mapuche, por cuestiones de seguridad, decía. Detrás de ese sobrenombre se ocultaba su amigo de la Universidad de Harvard, que en sus años de estudiante se llamaba Raúl Tapia: Fuimos compañeros en la universidad; debes recordarlo. Hace tiempo que no tenía noticias de ti. Gracias al artículo que publicaste en la revista Ciencia y actualidad conseguí tu e-mail… Tapia se había retirado sin terminar sus estudios universitarios para instalarse definitivamente en Chile.
Cuando releyó el e-mail, Craelius tragó saliva y cayó en la cuenta de que la hegemonía norteamericana –incluso el futuro de la humanidad– estaba en juego. ¡Imposible!, se dijo mientras trataba de no tomar en cuenta el correo electrónico.
Aún cavilaba mirando la pantalla del monitor cuando alguien tocó la puerta. Se asustó sin saber por qué. Buscó rápidamente en la gaveta del escritorio la pistola que había traído de la Marina Norteamérica. Abrió la puerta lentamente mientras con la otra mano sujetaba el arma. Echó un suspiró cuando reparó que era su joven esposa, con quien se había casado hace tres años.
4
Strain, de ascendencia judía, nacido en Viena y nacionalizado norteamericano, tomó la dirección del CIBS a sus cuarenta y cinco años. Aparte de sus obligaciones hizo remodelar el sótano abandonado por mucho tiempo, donde fundó la Sociedad de científicos iluminados. Sus colegas socios pasaron a llamarse Agente 1, Agente 2 y Agente 3, respectivamente.
Unos meses antes de ser director del CIBS viajó a Palestina. Estando allá encontró un documento antiguo en un templo medieval, el Manuscrito de Lares. Después de descifrar los símbolos a duras penas, cayó en la cuenta de que en una isla del lago Titicaca se encontraba un registro (nurkam) que guardaba los conocimientos científicos de una civilización altamente desarrollada que había existido antes del diluvio universal, probablemente la Atlántida.
Strain meditó largo rato y llegó a la conclusión de que utilizando esos conocimientos revolucionaría la ciencia actual. Comunicó el secreto a sus agentes, quienes prepararon la expedición y partieron para el altiplano peruano.
Los agentes ubicaron el lugar exacto, la Isla de Lares, y hallaron el misterioso nurkam. Luego se lo llevaron para el laboratorio del CIBS, donde lo sometieron al análisis para la transferencia de datos. Estaban convencidos de que el nurkam almacenaba conocimientos ignorados por la ciencia actual. El día que logremos extraer esa información, decía Strain, cambiaremos la historia de la humanidad.
(…)
Herejes (título tentativo), la primera novela de Javier Núñez, sale a la luz a mediados de 2010.